Cartas para África.
"Viajé, amé, perdí, confié y me traicionaron."
3.5.14
Premios Infinity Dream (x2)
19.4.14
Burbujas.
A veces hay días en los que te levantas y te acuerdas de todos esos actos que haces por inercia, todas esas palabras que dices sin pensar, todas esas costumbres que llevas contigo.
Una de ellas, en mi caso, es la costumbre de encogerme por la noche. Pego las piernas al pecho, buscando calor y refugio, y acerco todo lo posible y de manera cómoda, la cabeza a las piernas. He intentado dormir estirada, porque el cuerpo pide descanso, pero me es ciertamente imposible conciliar el sueño.
Burbuja. ¿De miedo?
Me gusta sentirme pequeña, como cuando me columpio en un parque, o juego a las tacitas con una niña o un niño, o pongo voz de cría y hago pucheros, o cuando duermo encogida. Me gusta sentirme pequeña cuando tu alrededor es grande, pero cálido.
No me gusta sentirme pequeña cuando lo hacen con maldad. Soy muy obediente (por llamarlo así) y en seguida me dejo convertir en una hormiga, empequeñecerme, infravalorarme. Y entonces mi alrededor es grande. Pero frío y aterrador.
Hay veces, "épocas" como lo llama la gente, en los que caemos en una burbuja. Las burbujas son todas diferentes y eso solo lo ve la persona que está en una de ellas.
En mi caso, la burbuja está llena de ruido, de preocupaciones y de presión. En mi burbuja solo se pueden sentir dos sentimientos: falsa felicidad y destrucción. Estoy alejada de todos los otros sentimientos: amor, dolor (físico), compasión, felicidad plena, cansancio...
Tampoco todas las burbujas empiezan con un mismo tamaño. La mía empezó siendo mediana. Si me ponía de pie, tocando el "suelo", había dos cabezas de distancia entre el "techo" y yo. Pero siempre flotas en las burbujas, por lo tanto había una cabeza de distancia entre mi cabeza y el techo, y otra cabeza de distancia entre mis pies y el suelo.
No se sale igual de todas las burbujas. Y tampoco influye el tamaño en la facilidad o dificultad de salir. Es tan peligroso o difícil salir de una burbuja enorme que de una pequeña. En mi caso es cada vez más pequeña, y eso se enlaza a presión. No se nota el empequeñecimiento a simple vista, solo lo ve, lo nota, el que está dentro. Aplicando la ciencia, cuando más se aprieta un espacio, más presión hay dentro, ¿no? Sucede lo mismo en mi burbuja.
Hay veces que noto la mínima falta de oxígeno. Entonces, muy nerviosa, trato de aspirar más bocanadas, aunque mis pulmones respiran perfectamente. Es por ello por lo que pienso que los ciegos tienen su ventaja, porque al no ver, disminuyes el dolor. Para explicarme mejor pondré un ejemplo. Imaginemos a un niño pequeño que se ha hecho una herida con una esquina de un folio. En sí no le duele nada, no es más que una molestia pasajera; pero el niño aumenta su ansiedad y duplica el dolor que siente, aunque no lo sienta en verdad.
Y a todo se le puede aplicar la teoría de la burbuja. A la lectura (pues no es lo mismo leer solo que acompañado), a la práctica de música, a la observación... Creamos burbujas de magia sin darnos cuenta. Aunque esas burbujas son más bonitas que las que yo he explicado antes. Mucho más bonitas.
Es un mundo metafórico, pero se vive como si fuera real.
16.4.14
Portugal.
Caminos a lugares seguros.
La primera es la puerta del sueño. El sueño nos ofrece un refugio del mundo y de todo su dolor. El sueño marca el paso del tiempo y nos proporciona distancia de las cosas que nos han hecho daño. Cuando una persona resulta herida, suele perder el conocimiento. Y cuando alguien recibe una noticia traumática, suele desvanecerse o desmayarse. Así es como la mente se protege del dolor: pasando por la primera puerta.
La segunda es la puerta del olvido. Algunas heridas son demasiado profundas para curarse, o para curarse deprisa. Además, muchos recuerdos son dolorosos, y no hay curación posible. El dicho de que «el tiempo todo lo cura» es falso. El tiempo cura la mayoría de las heridas. El resto están escondidas detrás de esa puerta.
La tercera es la puerta de la locura. A veces, la mente recibe un golpe tan brutal que se esconde en la demencia. Puede parecer que eso no sea beneficioso, pero lo es. A veces, la realidad es solo dolor, y para huir de ese dolor, la mente tiene que abandonar la realidad.
La última puerta es la de la muerte. El último recurso. Después de morir, nada puede hacernos daño, o esos nos han enseñado."
3.4.14
Wink.
Si se me presentara la necesidad de destacar a una clase de personas, ya no sé la causa o la pregunta, pero si en verdad algún día tuviera la inexplicable situación de resaltar a ciertas personas por una serie de actos que realizan, entonces (y solo entonces), señalaría a esa gente que es capaz de guiñar el ojo y lo hace con total naturalidad.
En parte, envidio su capacidad para guiñar sin que se confunda con que se hayan comido un limón (como sucede en mi caso), y por otra parte envidio, también, lo capaces que son de aplicar ese gesto con total naturalidad; encajarlos a la perfección en los momentos que lo merecen y/o necesitan, calcular las distintas reacciones y pensamientos ante ellos, pues no todos los guiños son iguales, ¿o sí?
Aún intentando no desviarme al tema del por qué y del cómo, me reconcome la idea de si se puede aprender a hacer lo mismo, porque se me antoja saber guiñar de tal manera, salpicar de picardía al prógimo con tal leve gesto.
Cosas como estas, curiosidades como las que dejo caer por aquí, son aquellas que supongo que me definen, como también lo hacen las de muchos otros. Parafraseando al psicólogo que tuve ayer dando una conferencia (me tomo la libertad de probar a compartir sus palabras y de este modo trabajar mi capacidad de explicarme), voy a intentar reforzar la idea anterior: cada uno tiene unas gafas y hay que tener en cuenta tres aspectos:
El color de las lentes, la graduación y a dónde mira uno.
No todos miramos igual y por lo tanto cada uno ve una cosa, cada uno siente cosas diferentes.
También, recordando la clase de esta mañana de inglés, señalo el "chiste" que ha contado mi profesor:
"Uno que va por el campo con un amigo y de repente exclama:
-¡Una piedra preciosa!
Y el amigo, como loco buscando, pregunta:
-¿Dónde?, ¿dónde?
Y le responde el primero, señalando a una roca que se encontraba en frente suya. A lo que el amigo, muy decepcionado, comenta:
-¡Pero sí es una piedra normal de campo...!
Y le dice el otro:
-Ya, pero a mí me gusta."
30.3.14
Mi nombre es Khan.
28.3.14
Lagunas de conocimiento.
En verdad se podrían contar con los dedos de las manos mis insaciables ganas de presentar un texto decente por aquí y quitarme esta molesta morriña. Pero no se presenta la ocasión, así que cuando una tiene ganas de escribir y no encuentra tema con el cual conseguir que el lector (y ella misma) disfrute de la lectura, ¿qué mejor que narrar sus frustradas ganas o, para mejorar más aún la cosa, desvariar entre temas y perderse entre palabras?
Cuando una deja de leer durante un tiempo, pierde la práctica de la lectura rápida y de la absorción de adjetivos nuevos. Y a decir verdad, eso venda la capacidad de escribir. Tanto he necesitado leer y no se me permite, pues siempre se encuentra una excusa que consigue que cierre el libro. La mayoría de las veces es por el constante ruido que golpea mis oídos y me vuelve sorda en cuanto al texto que tengo en frente.
No sabéis que ganas tenía de sumergirme en uno de estos libros, típicos, embotados de fantasía y amor imposible. Y es que, aunque ya no me apasionen tanto como antes, necesitaba de ellos. Recordar como era la estructura de las aventuras y el amor-odio, el rechazo, los celos y las luchas que consiguen que todo tenga un final bordado.
Ya no recuerdo, ya añoro la fantasía, que me evade del mundo al que estoy sujeta y me hace soñar.
Me vuelvo más realista con el paso de los segundos, qué vergüenza. Torno todo simple, tan simple y pequeño que en la botella de mi mente no entra, pues lo meto a presión y al explotar no sé recogerlo de nuevo.
La única ventaja que veo es que soy capaz de darme cuenta de mi perdición y mi madured, y retrocedo a mi infancia para encontrame (o al menos relajarme). Supongo que eso es algo, ¿no?
25.3.14
Cambios.
¿Por qué todos estos cambios? No lo sé. Siempre he estado cambiando todo lo que en mí respecta: mi físico, mi nombre, mis diseños... Aún así, estoy en una etapa en la que estoy intentando ser yo por completo. No es que, quizás, antes no fuera yo, pero vendaba muchas cosas por el temor de la opinión de los demás. Ahora, sin embargo, me he dado cuenta de que debo buscar mi propia felicidad y no tanto la de los demás, aunque sin dejar esta a un lado.
Y pido perdón por si os liáis con tanto cambio, pero también aviso de que puede que este no sea el único, porque parecer ser que soy un culo de mal asiento.
Aún así, limitaré al máximo mis impulsos por cambiar.
23.3.14
Quema.
Solo saldrán juntos si así el mundo lo desea. Podrán, ayudándose, abrir la alcantarilla en la que han bajado sin pensarlo. Manchados de barro, llenos de sangre seca, de heridas cerradas, de heridas abiertas, de ojeras interminables, de sentimientos olvidados, de risas secas.
-Me quema-susurra de repente ella, mientras intenta vanamente coger aire. Él la mira y se da cuenta de lo asustada que está.
-Toma-le ofrece un cigarro sucio.
Y ella lo enciende, lo consume y respira de nuevo.
Mas de eso ya hace mucho. Salieron de la alcantarilla ahogada y se separaron. Él cogió el camino de la derecha, ella el de la izquierda. Sin embargo, no recuerdan que el mundo es una esfera interminable.
"Quema" se dice, de nuevo. Es verdad. Le arde el pecho. Pero ni con muchos más cigarros podrá frenar ese absurdo dolor. Tan solo lo aliviaba él.
Tan solo él.